jueves, 24 de noviembre de 2011

Una mirada política sobre El Estudiante

  
Por Alejandra Rodríguez

El cine no está hecho sólo de imágenes, ya que como manifestación cultural contiene una enorme reproductividad de significados que involucran instituciones, productores, realizadores, críticos y espectadores. Las películas son representaciones que se inscriben en un contexto determinado, por lo tanto, la perspectiva estética y contextual permite establecer el correlato entre la película  y el presente. Este es el punto  que se intenta abordar en estas líneas.

El Estudiante,  es la ópera prima de Santiago Mitre,  un thriller político ambientado en la Universidad de Buenos Aires. El film recrea el mundo universitario y nos invita adentrarnos en él a través de la mirada de Roque, un joven que llega desde Ameghino, Prov. de Buenos Aires, para hacer una carrera universitaria e ingresa a la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Motivado por el deseo amoroso hacia Paula (profesora y militante de Brecha)  participa de una reunión política,  en la que se debate acerca de la traición de un integrante de la agrupación. Roque, escucha en silencio, observa atentamente, hasta que propone como estrategia política “desenmascarar al traidor”. A partir de ese momento comienza el despliegue de su talento para las operaciones y la militancia. 
Con el paso del tiempo deja de estudiar, comienza a ganarse la vida haciendo encuestas  y ocupa su tiempo trabajando como “puntero” de Acevedo, profesor titular de una materia, jefe político de la agrupación y potencial Rector.

En un contexto sociocultural en el que la política se reinscribe en la experiencia social como una práctica colectiva y se reestrena con los rostros de las nuevas generaciones ¿Cómo situar El Estudiante? Un relato que reduce la política a la habilidad carismática de un joven con capacidad para la rosca,  con inquietudes poco definidas, alguien que puede manejar situaciones y voluntades colectivas. Mientras que en el presente la política implosiona como experiencia de todos,  en su dimensión antagonista, conflictiva pero fundamentalmente  como herramienta privilegiada de transformación, el universo recreado por el film es el de la operación y el miserabilismo político, aquel que sobredimensiona el talento individual para direccionar destinos colectivos.  No podríamos afirmar que esta dimensión de la política no exista,  pero no se puede tomar la película como una representación metonímica – la parte por el todo- de la política universitaria.  En este sentido cabe el siguiente interrogante ¿Cuál es el universo diegético evocado por el film? Nos preguntamos por ese universo interno creado por la historia, que está dentro de la narración y que los personajes experimentan. Si bien existen indicios que nos hacen situar la historia en el presente -los carteles con los rostros de  Mariano Ferreyra y de Néstor Kirchner que empapelan los pasillos de la universidad – la trama parecería referir más a la experiencia política de los 90, época en la que el relato moral funcionaba como contrapunto del neoliberalismo. Es en esta década que cierra lo que Acevedo les dice a los jóvenes de Brecha en una reunión política “el golpe moral es lo que más les interesa a ellos, la traición es la forma más común, de esta habrá miles”.

El Estudiante contiene en su lógica de producción y distribución un cuestionamiento respecto a la política estatal y a los criterios para el otorgamiento de créditos. Fue realizada sin subsidios del INCAA, de manera autogestiva, filmada en HD digital y producida en forma independiente con aportes de las productoras de Pablo Trapero y Mariano Llinás. Esto marca un posicionamiento explícitamente político. Pero, por otra parte, narra una historia que limita y empobrece la política, al presentarla como una práctica degradada, sosteniendo entre otras cosas la falsa antinomia “militar o estudiar”  ya que si militas, a la larga dejas de estudiar, ese el sentido común reforzado por la historia que se cuenta. El relato emerge proponiendo un nuevo paradigma en términos de la construcción del punto de vista, pero en la historia que plantea recrea los viejos y peores vicios de la práctica política universitaria.

El relato moral termina por absorber al relato político, en el final, la enunciación se sitúa allí.  Un final tranquilizador -una especie de happy end del cine clásico- una caricia para las almas bellas que piensan que la política se define en la decisión individual entre el bien y el mal.  El arco moral de la película presenta la disyuntiva entre la habilidad de un dirigente o su posición ideológica, así lo expresó el director en una entrevista televisiva. Ahora bien, ese dilema, ¿no es acaso un dilema puesto en agenda por la cultura neoliberal? que pregonó entre otras cuestiones,  el manejo de la cosa pública como tema personal y la realización individual por sobre los intereses colectivos. Porque si algo está ausente en el relato, es eso, un sujeto político colectivo empoderado. Las situaciones se dirimen en diálogos solitarios entre los que “manejan la cosa”.

La película de Santiago Mitre está realizada con virtuosismo formal, con una minuciosa mirada etnográfica del mundillo universitario y con buenas actuaciones. Se ubica dentro de la saga de películas del denominado nuevo cine argentino[1], aquel que tiene sus orígenes con Historias Breves I en el año 1995  y que fue realizado por una nueva generación de cineastas que a partir de los años 90 producen un corte y una renovación en el cine argentino. Este nuevo cine que surge en el auge de la plena vigencia del neoliberalismo, tiene entre sus principales características la multiplicidad de estéticas y la pluralidad de miradas.  En los 90, estos cineastas se inclinaban por contar relatos por fuera del “relato neoliberal” al que era más afín sin dudas el cine comercial. Por otra parte, este cine mantuvo con el cine argentino de los 80 una ruptura expresada fundamentalmente en el rechazo a contar historias ancladas en la demanda política e identitaria. 

Las películas se producen y recepcionan en un determinado contexto social, cultural y en un tiempo concreto. El nuevo cine argentino en la década del 90 tuvo que asumir los cambios de un mundo que ya no era el mismo, demostrando de este modo su apertura al presente. El tiempo hoy es otro y necesita ser reinventado, ese es el gran desafío para las nuevas generaciones. Reinventar es también construir relatos para nuestro tiempo.  Como dice un de los personajes del film: “Abrí lo ojos, la política cambió chabón”.  



[1] Vale la aclaración de que el primer nuevo cine argentino surgió en la década del 60, conocido también como la Generación del 60`

5 comentarios:

  1. Pródiga: No vi la película.
    Sí escuché y leí criticas. Todas favorables o muy favorables.
    Es interesante tu mirada !
    Habrá que verla para coincidir o (intentar)refutarte.
    Cariños
    Matias

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  2. Ale, qué buena nota...
    ahora me quedo pensando si hay tanto cambio entre la política de los 90 con la cosa individual y la de ahora que si bien es mucho más participativa, me pregunto si en definitiva la lógica representativa (necesaria) no termina definiendo y cortando el bacalao, y lo grupal se torna más una cuestión de legitimidad que otra cosa, por no decir conformismo (y no vale sólo para el PJ sino para todos)
    es lo que veo con La campora, veo medidas de cristina muy piolas con la construcción de la palabra como decía gonzalez en 678, y una campora chupamedias que no construye ninguna palabra, no hay más que escucharlo a Larroque analizar todo en términos de "lo que quiere la derecha" sin mucha noción de lo que dice y casi como a modo de latiguillo, sin mencionar que hace 5 minutos él era la derecha (cuac)
    pregunto nomás
    muy buen análisis, tirando líneas para pensar

    por mi parte escribí un cuento nuevo en mi blog: "el arte de la queja"
    te lo paso para que te diviertas un poco (lo mío es pura joda)

    http://incorrectamente.blogspot.com/

    besos y continúa así!
    lina

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  3. Yo tengo muchas veces la sensación de que el propio kirchnerismo define un 'modo de participación' y hay que manejarse dentro de eso, es como un contorno, si te corrés no existis y si estás adentro tenés que ser un soldado.Esa logica me quita pasión y me desmotiva. Pero aún así, creo que la experiencia política cambió bastante respecto a los '90, por la participación social activa, por los niveles de debate, de reflexión y aunque por momentos todos somos soldados, también estamos siendo constructores, nos estamos moviendo, generando 'momentos polìticos', tratando de reinventar. Si miramos hacia atrás, creo que hemos madurado políticamente como sociedad.

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  4. Ale, muy bien la nota, pero al leerla no hacias mas que describir los que en este momento HOY, es la politica en la UBA. Alli, salvo contados casos, no han llegado los vientos de renovacion y de resurreccion de la politica. Sigue y sigue la rosca, las luchas por espacios de poder, los privilegios, y nada mas...no por nada hoy hay otras universidades por donde pasa y resuena la movida politica y cultural de este tiempo, y no en la UBA.
    Felicitaciones por el blog!

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  5. Ale, en la clase del martes pasado, introdujiste una no distancia cuando hablabamos de arte y política: El amor.
    Ya sabés mi crítica y mis comentarios respecto del film, sin embargo, el énfasis de la palabra amor, en relación a la política, puede confundirse y perderse en esta idea individualista que se percibe en "El estudiante".
    El ser, se inmiscuye en la política por amor a alguien, y pierde el eje político real, cuando se involucra con el poder y no puede asimilar que la construcción colectiva de una política es también amor y acción. No es lo mismo esto, que hacer el amor en plena campaña.


    www.melancopura.blogspot.com

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