jueves, 24 de noviembre de 2011

Cambio cultural, desafío de la política y las nuevas generaciones


Publicado en Perspectiva, Mundo Político, Mundo Intelectual. Generación Política Sur (GPS). Agosto 2011 

Por Alejandra Rodríguez

El debate sobre la relación entre cultura y política, es un debate contemporáneo,  instalado con mayor pregnancia en la agenda política en esto últimos tiempos. Lejos de que la cultura termine siendo una “jaula de hierro” con la cual pretendamos explicarnos los vaivenes políticos y sociales, estamos frente a la posibilidad de plantearnos algunas reflexiones para afrontar los desafíos de nuestro tiempo: ¿Puede dinamizarse un cambio cultural desde la política? ¿El cambio político es necesariamente un cambio cultural? ¿Cómo se articulan estas ideas en la experiencia social?  Cuando decimos cambio cultural, no hablamos de los festejos del Bicentenario, de Tecnópolis o Fuerza Bruta, sino de cómo se sale de esas prácticas sociales arraigadas en lo más hondo del individualismo, de la insolidaridad, cómo se reinventa una conciencia nacional y popular contemporánea. Debido a ello, es necesarios trabajar en una política cultural singular, en la “fabricación de lo sensible”  según Rancière, para quien el trabajo político es una tarea estética, porque distribuye lugares, espacios y cuerpos. En tiempos en que la política se entremezcló en nuestra interioridad, el kirchnerismo como proyecto, todavía reclama ser colmado. Es preciso ampliar los márgenes de escucha, hacer una escucha atentísima de aquello que parece y se presenta como novedoso, como una posibilidad de verdad.

La política hoy se reembarca con rasgos de amplitud generacional. Es tiempo de construir lo nuevo,  que se construye con la tradición, como relación dialógica entre el pasado y el presente, no como algo imperturbable. El desafío es pensarnos como una generación que mira a la generación anterior y entiende que la tradición no limita la posibilidad de reinventar.  El juego que se demanda para abonar el cambio cultural de la política debe ser colmado con permanentes apuestas a una construcción desafiante, de conjunto, que remita  a la política como vida pública y colectiva. Que se permita la experiencia de otras formas, lógicas y modos de construir vínculos y poder. Un juego en el que no se trate solo de medir fuerzas sino también de debatir ideas, argumentos, ya que en el entre, allí y sólo allí -  dónde los sujetos se reúnen con el propósito de realizar algo en común -, aparece el poder. El poder es siempre una relación social, el poder circula y se expresa en la experiencia cotidiana y ciudadana. La política es el lugar de lo público, es palabra, es con otros.
El intelectual Antonio Gramsci, nos induce a mirar el saber práctico, la construcción de un saber nacional y popular. Para él, las transformaciones políticas profundas son las culturales, las del conjunto de valores, costumbres y prácticas que constituyen un pueblo, una comunidad.

El horizonte del presente  nos convoca a pensar en la cultura como modos de vida, experiencia social, movilización activa, la cultura como política encarnada, lenguaje propio, pensamiento militante, lectura de época emancipada. Claro que la construcción de fuerza política es necesaria, pero también se la debe acompañar generando generando condiciones para las posibilidades de reinvención de nuevos planteos estéticos y comunicativos. Hay un debate, un planteo en el mundo de las ideas que es necesario hacer, un momento político oportuno: es así,  un desafío para las nuevas generaciones políticas. Así lo planteaba el maestro Nicolás Casullo “No hay proyecto sin generaciones pensantes, polemizadoras, creadoras de ideas, fecundadoras de teorías y memorias. Ahora es el momento”

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