miércoles, 23 de octubre de 2013



Serie “El zorro y la gallina”. Perfiles: Carlos Pagni (III)

Por Juan Pablo Maccia


Un tipo peligroso
“Pagni es un tipo peligroso”, dice Mario. Viaja mucho, visita todo tipo de lugares y habla con todo el mundo. ¿Debería sorprender o asustar alguien así? No sintonizo con este setentismo de Mario.
Me rebota lo de peligroso, pero de otro modo. Hace unos pocos días Pagni escribió lo siguiente acerca de la operación montada por la Gendarmería y el Grupo Clarín sobre Juan Cabandié: “llamó a Insaurralde para pedir un "correctivo"…. Tristísima sorpresa: por la boca del hijo de desaparecidos sale la voz del apropiador. Trágica Argentina, que puede mostrar, a través de una historia mínima, un abismo gigantesco.
Estas líneas sí me inquietaron profundamente. No se trata ya sólo del manejo de la ironía, que surge en él del jugueteo con una cierta omnisciencia que recoloca a la historia en el lugar de la fortuna maquiaveliana, ante la cual deben reflexionar cuidadosamente sus pasos los actores del drama político. Este esquema ha dado ya sus frutos: un Scioli shakespireano, un Macri que debe enfrentar el problema de la “organización”, una Cristina en busca de su espejito-espejito, un Massa que de tan exitoso puede convertirse, para los gobernadores del PJ, en un temible reverso de la juventud que va por todo.
Lo que asusta de Pagni es el saber que tiene sobre aquello que hace sentido en nosotros y no nos animamos a pensar de modo público. Pienso intensamente en este tipo de episodios, en los cuales las derechas parecen conocer a las izquierdas desde adentro, como quien ha introducido su arma en cuerpo enemigo y opera sobre sus órganos, administra su dolor a voluntad. No hablo de tortura. Sino de los efectos del terror sobre las almas.
Sus breves líneas sobre Cabandié son ejemplares en un punto tenebroso: enarbola en el cuerpo mismo del militante y del hijo de desaparecidos la marca, la presencia efectiva del veneno fascista que actúa sobre él. Nos indica, así, lo que hay que entender: que es ese poder de la derecha el que sigue operando desde el interior de los sujetos que se dicen de izquierda.
En un artículo reciente, Horacio González, nos señala la gravedad que conlleva la manera en que Pagni toma e interpreta la palabra “correctivo” en forma aislada, para situarla en el territorio idiomático policial y, cual destreza de un talentoso ventrículo, mostrarnos como el expropiador nos habla a través del cuerpo del hijo nacido en cautiverio.
La sonrisa de Pagni perturba justamente en este señalamiento. Sus palabras, dirigidas más a otros que a nosotros, parecen querer decir: no hay de qué preocuparse, a pesar de ciertas apariencias, las retóricas de transformación no han activado ningún principio vital antagonista.
¿No es este tipo de sabiduría la verdad que anima la gracia de los análisis que versan de modo realista sobre economía, la coyuntura y historia? ¿No poseen la indiscutible lucidez de enfatizar la victoria que en esos dominios las derechas siguen logrando en nuestro nombre?
(the end)

martes, 22 de octubre de 2013



Serie "El zorro y la gallina". Perfiles: Carlos Pagni (II)

por Juan Pablo Maccia

La narración omnisciente
Se diría que en su oficio la sagacidad para el pensamiento estratégico lo es casi todo. No me sorprendería que se gane unos ingresos extras ofreciéndose como especialista en organizar la cabeza de más de un poderoso. No es fácil relevar información, calificar hechos, jerarquizar unas pistas en detrimento de otras.
Y los hombres de poder se fascinan desde siempre con los intelectuales vaticanos, hábiles a la hora de organizar la trama dispersa de los acontecimientos, de ligar los hechos con interpretaciones, de inscribir episodios desconectados en un sentido y un trasfondo.
Pagni tiene un equívoco aire de familia con Michel Foucault. Historiador, calvo y apasionado por el mundo de las tácticas. Su apego al juego estratégico y su pasión por el amor griego bien podría confundir a varios.
La comparación no califica. El lenguaje de Pagni, sus amistades y hábitos, son a pesar de todo, los de un argentino de su generación,un traficante de información, más que un dotado de las letras.
Todo esto se hace evidente cuando sus razonamientos se afianzan el mundo prosaico de la política local, en el cual se refiere por igual a políticos y a empresarios, como si sus protagonismos fueran por naturaleza intercambiables.
O en el modo en que con indisimulable transparencia descubre sus fuentes e interlocutores, entre quienes se adivina una beta radical (Nosiglia, el entorno intimo del ex presidente De La Rua), una vocación a favor de una suerte de “ala liberal del Pro” (si tal cosa pudiese existir), el círculo áulico del viejo Bergoglio (de Carrió a Michetti), y un muy buen dialogo con el peronismo, al que comprende como pocos.
Sus amistades pertenecen también, de modo ostensible al mundo del empresariado y al conflictivo mundo de la comunidad de inteligencia. Amigo íntimo del hijo de Martinez de hoz, del célebre Blaquier, de Roberto Iglesias y del ex jefe de la Side, Tata Yofre.
Fue como griego, Odiseo argentino, y no como antisemita, que escribió una famosa “miniatura” sobre el judío Axel Kiciloff, al que calificó a la vez de hijo y nieto de rabinos de Odessa y de marxista.
Su afición por la historia (enseña en la universidad) lo lleva a comprenderlo todo en términos de contrastes y fatalismos que se esconden a la luz de una historia que los supera y juega con ellos.
Al igual que un narrador omnisciente, exhibe y comenta los acontecimientos y el desempeño de los personajes, se adentra en ellos y les cuenta a los lectores los pensamientos más íntimos que atraviesan sus mentes, sus estados de ánimo y sentimientos; ostenta el don de la omnipresencia, dominando la totalidad de la narración, su  capacidad a la hora de predecir el futuro, lo convierten en una suerte de “pitonisa mediática”, conoce el pasado y se anima a plantear con certeza lo que vendrá. En ese sentido tiene algo de risueño, en su alianza con esa historia que juega con los hombres.
Si alguna vez tuve la ocurrencia de conversar con él, de viajar a Buenos Aires y esperarlo en la puerta de La Nación, fue mi tío Mario –cuando no- quien me disuadió: jamás va a la redacción. (Pagni integra el petit comité deselectos que escriben las editoriales de La Nación). Sólo envía sus columnas, por las que cobra merecidas sumas importantes de dinero. Quizás convenga mejor dirigirme a uno de sus colaboradores.

Serie "El zorro y la gallina". Perfiles: Carlos Pagni (I)

por Juan Pablo Maccia


El escriba borgeano

Leer a Pagni me produce un efecto deja vú de los años de formación del menemismo, de aquel retorno histórico del peronismo, tras 13 años sin estar en el poder. Menem, como candidato en la interna del 88, y luego en la general del ´89, fue un fenómeno. Detrás suyo una conflagración de católicos de la orden más conservadora (Gustavo Béliz) y liberales del show televisivo (en aquel momento encabezado por los talentoso Bernardo Neustadt y el cerebral Mariano Grondona) anticipaban su libreto.
La historia no se repite sino como farsa. Pero aun para que eso suceda deben aparecer protagonistas a la altura de las circunstancias. Tipos como Lanata y Pagni califican como comunicadores y escribas, aunque les falta el candidato, el kairós.
Hay que preocuparse cuando el conservadurismo-liberal comienza a comprender con mayor agudeza las derivas del mundo popular. Para decirlo con Gramsci, lo que está en disputa es la “dirección intelectual y moral” del proceso político en curso.
Luego de una larga década de decadencia, le nace a la derecha una razón irónica capaz de decir mejor que nosotros mismos lo que sucede con cosas que hasta hace poco pertenecían a nuestra exclusiva historia: el mundo de los derechos humanos, de la constitución de una voluntad nacional y popular.

Supe de Pagni por mi tío Mario, baqueteado militante y experto analista de los medios políticos. Lector advertido, me llamó una tarde para decirme “che, ojo con este pelado aristocrático. Tras su fino amaneramiento, es más culto que la media en el gremio, tiene astucia y sabe lo que quiere. Este tipo pinta para jubilar a la gerontocracia de La Nación”.  Desde entonces pienso en Pagni con frecuencia, provocando la furia de mí prima Laura, joven kirchnerista y adorniana, quien no deja de reprocharme inocencia frente a sus giros “destituyentes”.

No es fácil leer a Pagni. Sus textos me fuerzan a una lectura detectivesca: ¿hasta dónde se encuentra uno frente a la filtración elegante de un dato proveniente de las cloacas de los negocios y las policías?, ¿cuál es el límite entre la legitimidad del análisis de escenarios y el disfrute malicioso, y la pura opereta en favor o en detrimento de tal o cual empresa?

Según me dice Mario, es historiador y periodista de larga data. Fue su paso deÁmbito Financiero a La Nación lo que lo catapultó al parnaso de las plumas calificadas de la vida política.

Hacía años que las derechas argentinas no producían un cuadro con gracia propia (Sarlo, formada en la izquierda, trae su gracia de un sitio muy diferente).

¿Dónde se produce este tipo de intelectuales? ¿En la universidad? ¿En la Iglesia? ¿En las comunidades de inteligencia? Me temo que no. Pagni –es mi hipótesis- se hizo a sí mismo en el mundo literario, recitando a Borges.