viernes, 23 de noviembre de 2012


Página/12


  Publicado en Página 12 el viernes 23 de noviembre de 2012


 Por: Alejandra Rodríguez*

Las manifestaciones del 13S y el 8N, que congregaron un número importante de personas sin liderazgos o estructuras políticas definidas, se presentan como acontecimientos que invitan a pensar los límites y alcances de la política en el presente.
En ambas manifestaciones se expresaron distintos reclamos: el de la inseguridad, la inflación, la libertad de expresión y otras demandas parciales alternadas con frases y cánticos reaccionarios y con apelaciones a la soberbia en el estilo de gestión y a la poca capacidad de escucha por parte del Gobierno. No estuvieron presentes entre las demandas la aparición con vida de Julio López o la reforma de una política tributaria, entre otras. Fue una marcha de los sectores medios, aquellos que, paradójicamente, gracias a medidas políticas implementadas por el gobierno nacional, han aumentado en el último tiempo su capacidad de consumo. Esto, más allá del rótulo fácil que supone decir “no sé de qué te quejás, si a vos no te va mal”, es algo que debe ser problematizado, formulando preguntas que ayuden a comprender cuáles son los resortes que se mueven entre esas subjetividades políticas, aunque no se compartan sus razones.
Una de las críticas que se les hace a los manifestantes es la de no tener representatividad. Ser disconformes sin proyecto, sin partido político, sin líderes que los representen, lo que supone –desde el punto de vista de quienes esgrimen estos argumentos– que carecen de legitimidad en términos políticos. En ambas marchas se levantaron múltiples slogans, si bien algunos estuvieron más cercanos a reclamos de corte liberal que a expresiones de los sectores populares, debemos reconocer que la multitud que salió a la calle no integra un grupo de fascistas destituyentes organizados. Instalar este relato empobrece la comprensión de lo sucedido y supone no querer escuchar ni ver en su amplia dimensión lo acontecido. Nadie podría negar que existió una dimensión organizativa y que las corporaciones mediáticas hicieron lo suyo, sobretodo en el 8N, ya que el 13S tuvo un carácter más espontáneo, pero lo que tampoco se puede negar es que se trató de una expresión de descontento ciudadano. Muchos de ellos manifestaron su disconformidad con la actual representación política, no sólo del gobierno nacional, sino también de la dirigencia en su conjunto. Si algo caracterizó a los manifestantes fue su carácter de “no representados”. Pero la política no sólo es la manifestación de sujetos representados con un claro liderazgo o ciudadanos que votan en los comicios. La política es también esa irrupción, aunque sus voces resulten antipáticas. Reconocerlas supone tener una mirada amplia y plural sobre la democracia. No como negación, indiferencia o mediante la rotulación simplista que ve en ellas sólo expresiones antipopulares o destituyentes. Explicaciones tranquilizadoras para quienes se sitúan en la vereda de enfrente, pero poco constructivas como lectura política ya que, lejos de dimensionar su complejidad, la simplifica. Resulta más sencillo ver a los manifestantes con el prisma de estereotipos variados de los más retrógrados y así diferenciarse de ellos, que asumir la tarea incómoda de formular preguntas acerca de sus porqué, aquello que los moviliza y los motivos de su descontento. Allí donde se anteponen explicaciones se pierden posibilidades de entender. En vez de hacer la constante reafirmación metonímica de tomar la parte por el todo y de adoptar explicaciones dicotómicas, convendría intentar una escucha atenta, proponerse ver la imagen en su compleja composición, con sus matices y sus grises.
Las subjetividades políticas se labran día a día en la experiencia social y en la posibilidad de verificar el efecto de la política en las propias vidas, por lo tanto no se pueden subsumir al voto ni suponen que exista una representación directa entre ellas y los comicios. Asumo entonces este ejercicio dialéctico que demando y pregunto: ¿qué tipo de subjetividades políticas son las que se están labrando en la experiencia social? ¿Qué hace la política para no ser sólo el voto obligatorio o la marcha heterogénea, desarticulada y reaccionaria? ¿Qué hace la política para incluir estas disidencias en el marco de un proyecto? ¿Qué nos están diciendo estas movilizaciones? ¿Qué sucede allí donde implosionan estas expresiones que surgen por fuera de la política representativa? La lectura de la realidad debería suponer interpelaciones y volver en forma de preguntas sobre la política, así se fortalece la experiencia democrática.

* Licenciada en Artes Combinadas (UBA), docente de educación superior.